El encanto de un lugar marcado por un pronunciado meandro que forma el Río Ebro a su paso por la Loras. Río que en su pasar por estos macizos rocosos abre profundos desfiladeros. El hechizo de un caserío casi escondido entre el frondoso bosque de encina, quejigo, enebro, tejo y arce.

Un municipio que data del siglo VIII, momento en que el Monasterio de San Martín, tuvo un importante papel en la repoblación. Un pueblo que posteriormente tuvo entre sus habitantes varias familias hidalgas que han dejado como legado principal el Palacio de los Gallo; hallándose en el punto más alto del caserío la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, rica construcción románica. Un lugar así con gran riqueza paisajística y cultural.