Alternativa textual

La mitad sur de la provincia de Burgos es un mosaico de sorpresas que abarcan siglos de historia, poniendo en valor aún más el patrimonio cultural de un territorio lleno de singularidades.

Clunia Sulpicia fue una de las más importantes ciudades romanas de Hispania. Fue fundada en la época del emperador Tiberio y en ella se autoproclamó emperador el general Sulpicio Galba.

La ciudad vivió su máximo esplendor entre los siglos I y II de nuestra era y buena prueba de ello son los restos encontrados de lujosas edificaciones decoradas con magníficos mosaicos. Pasear el yacimiento arqueológico es un viaje en el tiempo desde el primer instante con la visión del teatro romano o las termas, lo que ya denota la magnitud de una ciudad que se calcula que llegó a tener treinta mil habitantes.

El foro de grandes dimensiones, en el que se conservan los restos de las tabernas que lo flanqueaban, también da la medida de la intensa actividad social del día a día de la metrópoli.

A poca distancia, la localidad de Caleruega, cuyo origen se sitúa en el siglo X como un pueblo fortificado y estructurado alrededor del torreón de los Guzmanes y lugar de nacimiento de Santo Domingo de Guzmán, despliega su imponente monasterio de Santo Domingo de Caleruega entre un sencillo caserío. En su interior es destacable el claustro con reminiscencias de sus primeras trazas románicas. Adosada al recinto monacal, la iglesia de Santo Domingo conserva un interesante retablo renacentista y dos barrocos, así como un coro gótico como único exponente de la iglesia primitiva sobre la que se reconstruyó la actual.

Siguiendo hacia el sur, la silueta del castillo de Peñaranda de Duero rompe el horizonte entre campos de viñedos. A sus pies se extiende una villa medieval de casas blasonadas y calles empedradas declarada Conjunto Histórico, cuya vida gira entorno a la plaza Mayor. Uno de los lados lo cierra el palacio de los condes de Miranda exhibiendo una magnífica portada plateresca, mientras que su interior conserva un magnífico patio y bellos salones decorados con motivos mudéjares y platerescos.

El lado opuesto de la plaza lo cierra un conjunto de casas porticadas testimonio de la arquitectura popular de la zona y la colegiata de Santa Ana, un imponente templo barroco que guarda un magnífico retablo neoclásico de Ventura Rodríguez. En ese mismo lado de la plaza se mantiene un espléndido rollo de justicia del siglo XV, lo cual denota la importancia de la villa en el pasado al tener la potestad de administrar justicia.

Ya en tierra de vinos de la Denominación de origen Ribera del Duero, al lado del río despliega su esplendor el monasterio de Santa María de la Vid. Sus orígenes se remontan al siglo XII, pero de su primera construcción románica apenas quedan restos, pues a lo largo del tiempo fue sufriendo transformaciones hasta su aspecto actual, consecuencia de la última reforma realizada en el siglo XVI. Exteriormente destaca entre la sobriedad del conjunto su espadaña barroca, pero es en su interior donde custodia verdaderas joyas como la biblioteca, la monumental iglesia, los veintitrés ejemplares de incunables, el Bestiario de Don Juan de Austria de 1570, el único que se existe en lengua castellana y el manuscrito medieval de Nuestra Señora de la Vid del siglo XIV.