Alternativa textual

Bajo la eterna mirada del Cristo del Otero, el más grande de España, se extiende una ciudad tranquila, verde y llena de patrimonio. Al igual que la historia de otros muchos lugares de Castilla y León, la de Palencia está salpicada de momentos de esplendor y otros de decadencia, pero todos en mayor o menor medida han dejado su huella cultural. Así la ciudad mira al Canal de Castilla, la obra magna de la Ilustración presume de tener uno de los legados modernistas más importantes de España y presume de su catedral, la tercera más grande de nuestro país, por detrás de Sevilla y Toledo.

La catedral de San Antolín comenzó a construirse en 1321 sobre otra anterior románica, la cual a su vez estaba levantada sobre los restos de una primitiva visigoda. Concebida inicialmente como un templo gótico, el paso del tiempo introdujo soluciones arquitectónicas renacentistas, así como incorporaciones ornamentales y retablos barrocos y neoclásicos, sin olvidar las magníficas obras de arte de El Greco, Zurbarán o Alonso Berruguete.

En el subsuelo se conserva la cripta de San Antolín a la que se accede por el trascoro. Es el resultado de la unión de dos espacios primitivos del siglo VII y del XI, respectivamente. Según cuenta la tradición, aquí aparecieron las reliquias de San Antolín.

Palencia es también uno de los referentes del Modernismo español. El desarrollo industrial del siglo XIX acrecienta el poder económico y social de la burguesía palentina. Esto tiene un reflejo directo en una nueva arquitectura en la que toma el protagonismo las artes decorativas y en un concepto urbanístico diferente. La ciudad se hace eco de un estilo ecléctico palpable tanto en edificios públicos como privados.

La calle Mayor, en la que se conserva el sabor tradicional de las fachadas porticadas y del comercio tradicional, fue también la elegida para edificar algunos de los más representativos edificios modernistas, la mayoría firmados por el gran Jerónimo Arroyo. En un recorrido de casi un kilómetro está el colegio Villanllandro con un hermoso friso de cerámica obra de Daniel Zuloaga, el Consejo de Cuentas de Castilla y León, el edificio de la Oficina de Turismo donde Arroyo tenía su estudio y en el que destacan las hermosas vidrieras francesas de la renombrada Casa Maumejean

Y el instituto Jorge Manrique. Pero tal vez la obra más monumental de Arroyo sea el palacio de la Diputación, muy cerca de otro edificio modernista concebido con otros fines: el mercado de abastos.

Otros insignes maestros dejaron su huella modernista en magníficos edificios como el Casino, el edificio de Correos, el Ayuntamiento, la antigua sede de la Federación Católica Agraria o el colegio Modesto Lafuente.

En definitiva, el legado modernista en la ciudad de Palencia es tan extenso y valioso como para ocupar un lugar de referencia junto a ciudades como Barcelona, París o Budapest.