Alternativa textual

La ciudad de los poetas que tanto inspiró a Antonio Machado, a Gustavo Adolfo Bécquer o a Gerardo Diego, la que se deja abrazar por el Duero es una urbe serena y fácil de disfrutar.

Su historia está ligada a los pueblos celtibéricos que poblaban los territorios cercanos como Numancia, pero más allá de la mítica resistencia frente a la Roma invasora, también su pasado habla de tiempos de reconquistas, de momentos de esplendor gracias al Honrado Concejo de la Mesta y de los estragos que ocasionó la invasión francesa en el siglo XIX.

De aquella historia quedan hermosos testimonios culturales que invitan a caminar las tranquilas calles sorianas y deleitarse con su esencia.

La plaza Mayor de la capital conserva ese sabor popular de los lugares de eternos encuentros, esa estructura de la típica plaza castellana en la que se celebraban mercados desde el siglo XVI. A su alrededor se alzan bellos ejemplos de edificios nobles como el palacio de la Audiencia del siglo XVI, la Casa de los Doce Linajes destinada hoy a dependencias municipales, la Casa del Común o del Estado Llano en la que se reunían cada dos años los jurados representantes de las cuadrillas vecinales, el palacio de Doña Urraca, la fuente de los Leones mandada construir por la Real sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad de Soria en 1798 y la iglesia románica de Santa María la Mayor, donde contrajeron matrimonio Antonio Machado y Leonor Izquierdo.

Por una calle lateral se accede a la calle Caballeros, donde sorprenden la monumentalidad del palacio de la Diputación y el conjunto escultórico en reconocimiento a ocho personajes históricos relevantes y con vinculación a la provincia de Soria. Enfrente, la iglesia románica de San Juan de Rabanera es uno de los más importantes monumentos de la ciudad, destacando en su interior el magnífico retablo plateresco de Francisco de Ágreda.

De camino al parque de la Alameda de Cervantes, el palacio de los Marqueses de Alcántara bien se merece unos minutos de atención a su portada.

Con una superficie de casi diez hectáreas, el parque de la Alameda de Cervantes es un jardín botánico en medio de la ciudad. Su biodiversidad comprende más de cien especies arbóreas, muchas de ellas autóctonas y otras traídas de países lejanos. En un lateral de este vergel se halla la popular ermita de la Soledad del siglo XVI, en cuyo interior se expone una bella imagen del Cristo del Humilladero de Juan de Juni.

Volviendo a callejear se llega a la calle de los condes de Gomara, no sin antes contemplar la magnífica iglesia románica de Santo Domingo, emblema también de la ciudad. Una vez delante del palacio de los condes de Gomara, sin duda el más imponente de Soria, llama la atención por el equilibrio y pureza de sus líneas, por loe ventanales con frontones herrerianos y por su magnífica portada.

Siguiendo el sentido descendente se llega a orillas del Duero, el río tan íntimamente ligado a la ciudad, pero de camino bien se merece una parada la concatedral, una joya del románico castellano. El puente medieval que sortea las serenas aguas es un balcón magnífico para entender lo que este pareje significa. A un lado la ciudad y al otro los molinos y el campo, a un lado los restos del monasterio de la orden militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, más conocido como monasterio de San Juan de Duero. Su bellísimo claustro formado por cuarenta y cuatro arcos en disposición de cuadrilátero irregular, junto a la singular iglesia forman un conjunto artísticamente muy interesante.

Al otro lado del puente, rio abajo, se encuentra otro de los lugares emblemáticos de Soria: la ermita de San Saturio. Colgada sobre las aguas del Duero y edificada sobre un eremitorio del siglo IV, representa el lugar del fervor popular, además de ser artísticamente muy interesante, como lo atestigua la capilla de la iglesia de plantas octogonal y profusa decoración pictórica.

El paso del Duero alrededor de la ciudad de Soria significa la comunión entre lo natural y lo espiritual en un escenario rico en biodiversidad y misticismo.