Pueblo de actividad agraria a lo largo de su historia, sus valles fueron en su totalidad para el ganado. Hasta estas laderas acudía, en los siglos XIV y XV, el ganado de trashumancia. Lo que en su día fueron bosques, hoy es monte bajo. Durante mucho tiempo acoge a ganado merino que invernaba en el centro y sur de la península. Las construcciones son en su mayoría de caliza gris, a veces rosada e incluso rojiza.

Sus casonas, de gran belleza, son fechadas en los siglos XVII y XVIII. También importantes eran las roperías, para albergar a los ganaderos de paso, fabricadas con madera y barro, generalmente de una sola planta, con una portada interior que permitiera guardar los aperos de labranza. Una cultura marcada por el clima y la trashumancia.