Obra maestra de la naturaleza creativa, el Monasterio de Santa María de la Victoria se erigió por deseo de Don Juan I como agradecimiento por la victoria de los portugueses sobre los españoles en la batalla de Aljubarrota, en el año 1385. Es el gran monumento del gótico final portugués, en el que apareció uno de los primeros ejemplos del estilo manuelino. Testimonio del intercambio de influencias en las artes, es uno de los conjuntos monacales más bellos de la Europa de finales de la Edad Media.