Situado sobre las llanuras del Ebro, sus bosquecillos de encina, quejigo, roble y haya y la nítida silueta de los Montes Obarenes marcan el contraste de un paraje tranquilo. Nacida como zona de paso de Aquitania con Astorga, en época medieval permitía las relaciones con las zonas norteñas.

Su Iglesia de Santa Gadea, dio nombre al lugar que no se llamó del Cid hasta el siglo XIX, pero destaca el gótico de la Iglesia de San Pedro en la Plaza Mayor.

Su Castillo fue importante en las fortificaciones del Siglo X que trazó el Conde Don Rodrigo. A partir de ahí, reyes como Alfonso VIII le dotaron de fueros, y Alfonso XI le concedió el mercado. La reconstrucción de su Castillo, en el S XV, se la debe a las familias de los Padilla y los Manrique. La muralla, en este caso, envolvente triangular, se iniciaba en el Castillo, conservando dos de sus tres puertas.