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Dejamos atrás la montaña palentina y damos comienzo al reinado de los grandes páramos kársticos que nos muestran sus caprichosas formas y nos brindan paisajes únicos. El mirador de Valcabado es un claro ejemplo y quizás sea uno de los mejores miradores de la zona.

Las carreteras en esta zona no son complicadas y el entorno invita a una conducción tranquila, aunque justo después de Sargentes de la Lora viviremos un sorprendente cambio, con una carretera estrecha, ligeramente encajonada y bordeada por bosques de hoja caduca, que nos llevará por paisajes muy vistosos hasta dejarnos en el río Rudrón y emprender la subida en busca de un pequeño y joven río Ebro.

Llegados a la localidad de Soncillo, entraremos de lleno en la comarca de las Merindades Burgalesas, paraíso turístico, tanto para senderistas como para moteros. Cada pueblo puede ser una parada y el patrimonio cultural y etnográfico es indescriptible. Algunos ejemplos de pequeños tesoros escondidos pueden ser el curioso pueblo de Puentedey y la obligada parada en el Monumento Natural de Ojo Guareña, segundo complejo kárstico más extenso en cuevas de la Península Ibérica, y uno de los diez mayores del mundo, de gran interés para la espeleología y donde han sido localizados santuarios prehistóricos y especies de invertebrados cavernícolas.

No son carreteras especialmente sinuosas, aunque sí bastante entretenidas. El paso por algunos pueblos, miradores o cascadas convierten el recorrido en una experiencia única. Pueblos medievales como Frías o parajes casi mágicos como la ermita de Santa María de la Hoz en Tobera, son una buena despedida de este recorrido.

Pasada la Aldea del Portillo de Busto, Castilla y León se muestra con todo su poder, y la llanura, a modo de ajedrez multicolor, te da la bienvenida. La bajada a la Bureba será la entrada a los campos de cultivo cerealistas, que servirán como primer contacto con la bella y poco conocida Sierra de la Demanda, para llegar al final de la ruta a Burgos capital.