En el noreste de la provincia de Segovia el río Duratón se vuelve caprichoso y durante millones de años se ha dedicado a tallar la roca de arenisca roja para formar un paisaje singular.
A lo largo de veinticinco kilómetros, aproximadamente, el cauce discurre entre pareces verticales que llegan a alcanzar los cien metros, formando meandros y pozas de aguas turquesa.
Este emblemático paraje, protegido bajo la figura de Parque Natural Hoces del río Duratón, constituye un ecosistema ideal para muchas aves. En las terrazas rocosas anidan más de setecientas parejas de buitres leonados, por lo que es muy fácil contemplar su majestuoso vuelo junto a otras especies como las águilas reales o los halcones peregrinos.
Los valores naturales se ven enriquecidos con un interesante patrimonio histórico. Uno de sus referentes es la ermita de San Frutos del siglo XI, cuya estampa se alza en un promontorio formado por uno de los más bellos meandros. Los restos del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz al que se llega en barca, cuevas con grabados de la Edad del Bronce, el eremitorio visigodo de la cueva de los Siete Altares o el conjunto arquitectónico de Sepúlveda componen un mosaico cultural íntimamente ligado al medio natural.
Sepúlveda es la puerta de entrada a las Hoces del Rio Duratón en una situación estratégica que ya observaron los celtíberos y los romanos. Declarada Conjunto Histórico con todo merecimiento, su legado patrimonial se articula a lo largo de un trazado medieval lleno de rincones con una magia especial. La Villa de las Siete Puertas como es conocida por ser el número de accesos que tenía, conserva buena parte del lienzo de la muralla del siglo X y algunas de las puertas de entrada. Caminando por sus empinadas calles es como se disfruta de los mejores ejemplos arquitectónicos, principalmente iglesias románicas como la de El Salvador o la de Santiago, en cuyo interior se ubica la Casa del Parque Natural Hoces del río Duratón, sin olvidar los buenos ejemplos de casas palaciegas acompañadas de interesantes historias.
La plaza de España es el punto de encuentro de la villa, un espacio de extramuros que se extiende a los pies de las torres del castillo al que se añadió una fachada barroca en el siglo XVII, donde se celebraban los mercados, las fiestas populares y hasta las corridas de toros.
Siguiendo la estela medieval, la villa de Pedraza es uno de esos pueblos mágicos para caminarlos despacio y comprender la razón de su existencia. Diseñado como una fortaleza sobre un cerro accesible sólo, por un lado, justo donde está la única puerta de entrada a la villa datada en el siglo XIII y protegido por el castillo del XIII que hoy acoge parte del legado artístico de Ignacio Zuloaga, este bello Conjunto Histórico de calles empedradas, plaza porticada, iglesias románicas y casas blasonadas fue hasta el siglo XVII un importante centro de producción de paños de lana merina que se exportaban a Florencia o Brujas, entre otros destinos.