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La fachada y el interior de la Catedral de Lamego integran estilos arquitectónicos de varias épocas, imponiendo simultáneamente una sensación de belleza y de monumentalidad.

La primera referencia al obispado de Lamego data del año 572, cuando el obispo Sardinário estuvo presente en el II Concilio de Braga, pero la diócesis solo fue restaurada después de la derrota de los invasores árabes, habiendo resurgido en el siglo XII. El edificio que hoy existe comenzó a ser construido en 1159 sobre una antigua capilla dedicada a San Esteban, levantada algunas décadas antes. En 1175, fue consagrada y dedicada a Santa Maria y San Sebastián.

De la arquitectura románica original apenas quedan la torre monumental que flanquea la fachada principal por su lado sur. Durante la Baja Edad Media y edificación fue enriquecida con numerosos elementos, entre los cuales algunas capillas funerarias, sobre todo de miembros del episcopado. En la capilla de San Nicolás se encuentra el túmulo del obispo fundador.

En el inicio del siglo XV, la catedral sufrió una importante reforma, cuyo resultado más visible fue la notable parte frontal, organizada en un triple pórtico, que es la principal obra manuelina de esta región del país. En la Edad Moderna fue aumentada y enriquecida con otras obras, concretamente con un claustro (del período manierista) y una nueva capilla mayor (barroca, bastante profunda y revestida por un retablo mayor, tribunas y dos órganos). El crucero es igualmente barroco y fue realizado inmediatamente después de terminada la capilla mayor.

Entre las diversas dependencias que se prolongan al norte de la fachada principal, destaca el antiguo Pazo de los Obispos, una construcción del período barroco que, desde 1917, está ocupado por el Museo de Lamego, en donde se conservan algunas de las mejores obras de arte religiosa de la ciudad y los murales que el conocido pintor portugués Grão Vasco (siglo XVI) pintó para la capilla mayor de la Catedral de Lamego.