A caballo de los extensos pinares del norte soriano y la fértil vega del Duero que recorre el sur de la provincia se abre un espacio singular, un tajo en las rocas que escenifica un paisaje de cortados verticales de roca viva que enmarcan bosques de sabinas y de pinos laricio vigilados desde el aire por buitres leonados, águilas y halcones.

El Cañón del río Lobos, al que se accede bajo la vigilante estampa del castillo de Ucero, se recorre plácidamente por ambos lados del cauce adornado de nenúfares hasta llegar al mágico escenario presidido la ermita templaria de San Bartolomé del siglo XIII. Detrás de ella se abre la enorme entrada a la cueva en cuyo interior se conservan grabados prehistóricos.